Sumario: | En su libro Historia de las teorías de la comunicación, A. y M. Mattelart, al introducir la sección dedicada a analizar los estudios culturales británicos, utilizan un seductor subtítulo: “la cultura del pobre”.3 Después de un recorrido teórico por las diferentes corrientes del pensamiento comunicacional, que abarca propuestas tan particulares como el modelo matemático de Shannon y Weaver o la teoría de Lazarsfeld a propósito de la persuasión, resulta inquietante hallar un apartado en el que la reflexión parece salir de los muros de la academia y preocuparse por aquello que sucede en el entramado social donde los procesos comunicativos y culturales tienen lugar. Los estudios culturales ofrecen por primera vez la posibilidad de acercarse a la realidad de las clases populares y se interesan por los procesos que allí se generan. En las décadas de los sesenta y setenta, dentro de las clases obreras inglesas se dieron ciertos procesos de resignificación cultural –si se me permite este término– y, a través de nuevas prácticas se llegó a novedosas propuestas estéticas que redefinieron para siempre el patrimonio simbólico de Inglaterra y, tiempo después, del mundo entero. Me refiero, por supuesto, al surgimiento del rock como una especie de contracultura y de respuesta a cierto tipo de necesidades que se vislumbraban poco a poco a lo largo y ancho del entramado social. Lo que pretendo hacer en este ensayo no es una reconstrucción histórica del rock británico, ni un resumen del significado de los estudios culturales. Mi idea es, de algún modo, explorar el fenómeno desde dos perspectivas: la cultural y la comunicativa. Sin embargo, es difícil hacer distinciones tajantes entre las dos, pues muchas veces se entrecruzan o se traslapan. Hago esta salvedad para dar al lector una brújula que le ayude a no naufragar. (Tomado de la fuente).
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